domingo, 26 de julio de 2009

El 24 de Marzo de 1976

Asi vivímos el 24 de Marzo de 1976

El 24 de marzo de l976, tenía veinte años.
A los veinte años ya teníamos casi toda una vida encima. Habíamos nacido a la política en los 69-70 luchando contra la Dictadura de Onganía, Levinsgton y Lanusse , repitiendo las consignas del Mayo Francés . Habíamos vivido el fin de la epopeya con el retorno del General, la alegría del triunfo del 11 de marzo . La salida de los compañeros presos , y el “se van, se van y nunca volverán” que gritaba la Plaza del 25 Mayo al asumir el Tío Campora.
A los veinte años, ya sabíamos de la pasión de la lucha, del sabor del triunfo, del dolor por los muertos; estábamos empezando a conocer el miedo.

El 75 había sido un año espantoso, las patotas de ultraderecha sembraban el país de terror y muerte. Sufríamos el “rodrigazo”, breve paso como Ministro de Economía de Celestino Rodrigo que disparó la inflación . Nadie podía, ni quería, defender el indefendible gobierno de Isabel; todos, incluidos los peronistas deseábamos que termine ese gobierno.

En la Navidad del 75, se sublevó el Brigadier Capellini, de la Aeronáutica. El intento fue rápidamente controlado. Fue el “Tacnazo” . El levantamiento del regimiento de Tacna en Chile previo al golpe, para tantear la resistencia y los apoyos.

Neuquen, era relativamente tranquilo. No había asesinatos en las calles como en Bahía u otras ciudades del país. Solía molestar un poco la Brigada de Investigaciones que funcionaba en Montevideo y Bahía Blanca.

El 23 por la noche, me quedé en la casa de un compañero. Nos dormimos con la radio prendida esperando la “cadena nacional” y el “Comunicado Nº 1 “ que no tardó en llegar.
Entre audacia e inconsciencia; a las 8 fuimos hasta lo del “Gato” en la calle Roca, a ver si se lo habían llevado; pasamos por la Gobernación, a esa hora rodeada de milicos; y dimos unas vueltas más, todo parecía muy tranquilo...
Volvimos a la casa, sacamos libros, papeles, un revolver 32 y una caja de balas y los fuimos a tirar a la lagunita de la bajada de Alta Barda, allí donde va a ser el Shopping .
Por la experiencia de Chile, suponíamos que lo crítico eran las primeras 24 a 48 hs , y como “soldado que huye sirve para otra guerra” y conserva la vida que no es poco; en un Fiat 600 cargamos una carpa, algo de comida y salimos hacia el sur. Obviamente no teníamos plata, ni pasaportes, ni nada que nos permitiese salir del país. A poco de andar hicimos cuentas de todas las camineras y todos los controles que debía tener el Ejercito mas adelante y lo poco ágil que resultaba el “fitito” para huir a campo traviesa. Resolvimos entrar hacia el río en China Muerta y hacernos pasar por tres giles en días de pesca; acampamos cerca del rancho de un paisano que preguntó poco y nos compartió su asado.
Por lo que había pasado en Chile, esperábamos escuchar noticias de fusilamientos, fábricas bombardeadas, estadios llenos de presos... pero, LU5 se resistía a dar malas noticias. Las radios hablaban lo de siempre, el Cine Español y el Belgrano anunciaban las películas del fin de semana y los partidos de fútbol no se suspendían por mal tiempo.
Al contrario de los meses anteriores ya no se hablaba de atentados, ni de muertos por las triple A.
Comenzamos a sospechar de que estuviéramos locos, como los japoneses peleando en la jungla diez años después de Hiroshima. Por desconcierto, aburrimiento, y por falta de comida, al tercer día decidimos volvernos, todo parecía tan normal...
La sensación era que las Fuerzas Armadas, habían terminado con el caos y que el país por fin tenía un orden. Isabel estaba presa y a nadie le interesaba; a los peronistas nos habían echado del gobierno si tirar un solo tiro y con el aplauso generalizado de lo que hoy llamamos “la opinión pública” .
En silencio, por abajo, la dictadura ponía en marcha un gigantesco plan de exterminio, del que vendríamos a enterarnos los argentinos muchos años después.
Aquello que en el 70 se había iniciado con el romanticismo del Mayo Francés y el asalto a la Moncada, terminó en dolorosa y aún sufriente tragedia. Los estudiantes de la Sorbona, van a morir de viejos en la civilizada Europa; los nuestros murieron de a miles en los oscuros pozos de la dictadura.
Durante años, muchos sufrimos un sentimiento de culpa por el seguir vivos. Pero, de tanto horror reaprendimos a honrar la vida, a valorar el diálogo y la tolerancia, y a defender aunque maltrecha, la Democracia que tenemos.

Aldo Duzdevich

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